Lo peor soy yo

Lo peor de Bárcenas es Rajoy y lo peor de Rajoy es Artur Mas dándole consejos o Rubalcaba pidiendo su dimisión. Lo peor de todos ellos soy yo, que no tengo por qué molestarme en cumplir la ley si quien me fuerza a hacerlo es el primero que se la salta. Lo peor es el círculo vicioso de la mentira y de la deslealtad, el fracaso de la política y de la democracia, el desprestigio de la idea del bien común, el hoyo que le han hecho cavar a la libertad antes de meterla allí para asesinarla y enterrarla.

Lo peor de cualquier escándalo de corrupción no son los billetes de 500 ni el sobre marrón, sino el próximo escándalo que vendrá, la sensación de vacío moral y el absoluto descrédito de la clase política en su totalidad, cuando es evidente, de un lado, que no todos los políticos han robado y, del otro, que necesitamos a los políticos para conservar la democracia y fortalecer la libertad.

Rubalcaba, Rajoy o Mas, entre otros tantos, pertenecen a una generación de políticos manchados por la corrupción directa o indirectamente. Ninguno de ellos puede alegar que no sabe cómo se pagó su última campaña electoral, porque ninguno de ellos es tan imbécil. Claro que lo saben, y claro que saben también que si intentan tomar medidas valientes y arriesgadas fenecerán en manos de los que conocen sus miserias y les podrán chantajear.

Los políticos no tienen que ser virtuosos por una cuestión estrictamente ética o estética, sino porque las tramas te debilitan y cuando estás en el ajo vives más pendiente de protegerte y de disimular que de servir a los ciudadanos y entregarte sin límite ni hipoteca a este empeño fundamental. Los políticos tienen que ser virtuosos porque siempre hay quien sabe hacer negocio con tu necesidad.

Rubalcaba, Mas y Rajoy saben que no tienen la camisa limpia porque han ordenado o tolerado prácticas en su partido que no sólo son irregulares, sino muy probablemente delictivas. Lo saben ellos, lo saben sus cuadros, lo saben los chantajistas profesionales y lo sabe cualquiera que siga con un poco de interés la actualidad política. Si de verdad fueran valientes, si de verdad fueran generosos, si de verdad tuvieran la mitad del sentido de Estado del que presumen se marcharían y se llevarían con ellos a sus respectivas manzanas podridas, de las que ellos mejor que nadie conocen los rostros y los nombres.

El PP, con mayoría absoluta, podría investir sin problema a un presidente nuevo. El PSOE, que se desmorona en las encuestas, tendría la ocasión de acabar con las tinieblas de su pasado y con su personaje más siniestro. A los convergentes tampoco les vendría mal que Mas lo dejara, porque si no lo hace van a tener que echarle el año que viene. A él y a su tropa de ineptos.

Los tres son perfectamente prescindibles y ninguno de ellos está aguantando para defender nada que vaya más allá de sus ansias y vanidades, y del afán de retener el poder. Han sido mediocres y están manchados. La mentira sistemática ha sido su estrategia y la incompetencia, su característica. Es muy pobre su bagaje.

Los tres son unos fracasados y caerán con deshonor. El mayor servicio que nos podrían prestar es marcharse. Y callarse. Y no volver nunca más. Que les olvidemos es lo mejor que les podría pasar.